Por Jairo Morales Nieto*
Disertacion preparada para la Conferencia del Diálogo Latinoamericano. Universidad Javeriana, Bogotá, Julio 2017.
• Buenos días a toda la audiencia. Los saludo fraternalmente desde Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Antes de comenzar con mi ponencia debo agradecer a los organizadores del Diálogo Latinoamericano por la invitación que me han hecho para participar en este excepcional evento.
• ¿Cambio de paradigma de desarrollo? Este es el título de mi ponencia. Hay un escrito de 40 páginas sobre el tema que he entregado a los organizadores de la conferencia para su distribución.
• Dispongo solo de 30 minutos para su presentación, así que haré a continuación una gran sinopsis y un postcript que pienso captan los elementos y mensajes esenciales del documento y sus conclusiones.
Sinopsis
La unidad de análisis de este ensayo ha sido estructurada alrededor del concepto paradigma y su uso particularmente en economía y política de desarrollo. Nuestra exposición, además de escarbar en la superficie del significado etimológico y filosófico de la palabra paradigma y su empleo en las ciencias naturales y sociales, ha puesto su mayor foco de atención en el tema cambio de paradigma y en las causas y razones para que ello ocurra.
Siguiendo a filósofos clásicos, modernos y contemporáneos, hemos definido un paradigma como un ejemplo o modelo al lado de una realidad que una comunidad científica construye o configura en representación de una cosmovisión compartida por todos sus adherentes. Esa cosmovisión se fundamenta en valores, teorías y leyes, a partir de las cuales se innovan o perfeccionan métodos y técnicas de análisis que son parte de una tradición coherente de investigación científica referida a la experimentación, repetición, validación de hipótesis y predicción de eventos futuros.
Un cambio de paradigma usualmente es el producto de una revolución que reemplaza radicalmente una vieja forma de ver, entender e interpretar el mundo, por un nuevo marco conceptual, más vigoroso y sólido en cuanto a las teorías y leyes que inventa o descubre y a los métodos y prácticas de verificación, experimentación y predicción que emplea.
La transición de un viejo paradigma a uno nuevo es un proceso generalmente traumático. Ocurre en medio de una aguda crisis que evidencia la existencia de enormes fallas y anomalías en el marco teórico y metodológico del viejo paradigma que sus adherentes no son capaces de corregir, aun así intenten limar asperezas o eliminar cualquier aparente conflicto o contradicción frente a la fuerza avasalladora del paradigma remplazante.
Si bien la discusión sobre los conceptos paradigma y cambio de paradigma nace en el marco de la filosofía de las ciencias naturales, el uso de los dos conceptos rápidamente ha sido acogido por los cientistas sociales en diversas disciplinas, muy a pesar de las reticencias que siempre mostró a este respecto Thomas Kuhn, reconocido como el proponente original del concepto de cambio de paradigma, quien siempre circunscribió su uso enteramente al ámbito de la investigación científica pura.
La naturaleza polisémica de las ciencias sociales y el hecho de la imposibilidad que éstas advierten para adoptar los principios de predicción probabilística de eventos futuros y la demarcación entre la metafísica y el mundo real – que son connaturales a la investigación en las ciencias puras – hace inconcebible, nos dice la ortodoxia Kuhniana, la trasmutación del concepto paradigma hacia otros campos diferentes del trabajo científico natural.
Un magnifico puente de conexión para zanjar las dicotomías planteadas por Kuhn en la formación de conocimiento en las ciencias naturales y las ciencias sociales, lo estableció el físico y filósofo Karl Popper con específica referencia a la investigación científica económica de raigambre neoclásica positivista por el apego de esta disciplina al principio de la separación entre ciencia económica normativa y ciencia económica positiva y por su orientación hacia la predicción de eventos futuros mediante el uso de sofisticados modelos probabilísticos cuantitativos, que con el tiempo han evolucionado hacia la aparición de la econo-fisica y la Big Data, dos magníficos paradigmas de la sociedad de mercado post-moderna.
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Superado el impasse conceptual de Kuhn por la anticipada y oportuna intervención de salvaguardia ofrecida por Popper, hemos pasado sin reticencia en este ensayo al uso libre de los conceptos paradigma y cambio de paradigma en el campo de las ciencias económicas con particular interés en su empleo tanto en la teoría como en la práctica de la política de desarrollo.
Para ilustrar estos asuntos hemos definido y traído como ejemplo, la rivalidad entre dos magníficos paradigmas económicos según lo relata la historiografía especializada en este campo: uno es el clásico paradigma keynesiano (o paradigma de la economía pública) que gobernó la enseñanza y práctica económica desde los años de la Gran Depresión hasta el final de la Guerra Fría; el otro es el clásico paradigma friedmaniano (o paradigma de la teoría cuantitativa del dinero) que irrumpe con inusitada fuerza como contra-revolución keynesiana a mediados del siglo pasado y se erige al final como paradigma dominante en la interfase del viejo al nuevo milenio.
Ambos paradigmas en sus fundamentos teóricos y consecuencias macroeconómicas siguen vigentes en tanto la teoría clásica keynesiana aún ofrece hipótesis y respuestas válidas al problema del desempleo, mientras que la teoría clásica friedmaniana igualmente lo hace con respecto a los problemas de la inflación y/o estanflación. No obstante, se advierte ya cierto envejecimiento de ambos paradigmas como teorías y políticas económicas revolucionarias pues los temas centrales que abordan y las terapias que proponen para enfrentarlos, no representan hoy en día mayores desafíos para la administración macroeconómica de los ciclos y del proceso económico como tal.
Dicho de otra forma, ni el problema del desempleo ni tampoco el problema de la inflación se perciben como grandes males inmanejables u obstáculos insalvables para el manejo saludable de una economía de mercado contemporánea. De hecho, son muy pocos los países en el mundo que presentan tasas históricas de inflación y desempleo abierto de más de un digito, lo que demuestra que los dos fenómenos están razonablemente bajo control tanto en la teoría como en la práctica de la política económica.
Pero la discusión sobre el envejecimiento conceptual de ambos paradigmas no se queda allí. Hay que analizar la validez de las proposiciones de ambos paradigmas en materia de política de desarrollo. Se reconoce que el keynesianismo y el neoliberalismo tuvieron en su momento propuestas inteligentes para desatar procesos de crecimiento económico acelerado y zanjar diferencias de bienestar entre los países ricos y pobres y al interior de estos últimos, cada uno a su manera, desde luego.
No obstante, al final no pudieron resolver dos grandes contradicciones que afectan el bienestar de las naciones. Por un lado, la contradicción entre crecimiento económico y distribución del ingreso entre países y al interior de los mismos que solo ha sido tratada marginalmente por las dos escuelas de pensamiento siguiendo el postulado de los dividendos de la economía de bienestar por goteo (trickle down Economics), es decir, en el postulado de que los beneficios del crecimiento económico se distribuyen automáticamente a los pobres por la acción secular de la magia del mercado, la industrialización o modernización económica, ayudada quizás mediante intervenciones gubernamentales puntuales o focalizadas para evitar la exacerbación de la pobreza a niveles inmanejables.
Por otro lado, la contradicción que siempre establecieron y no resolvieron en torno a las relaciones entre las categorías ‘estado’ y ‘mercado’. Los unos clamando por la supremacía del estado y los otros por el fundamentalismo del mercado. Esta confrontación no tiene hoy en día mucha relevancia frente a lo que revela la historia económica contemporánea pues al final lo que ha prevalecido han sido las visiones y posiciones pragmáticas y eclécticas que dosifican la magnitud y proporción de la acción del estado o del mercado dependiendo de la coyuntura, proceso o ciclo económico (auge, recesión o depresión) que se vive en un momento determinado y, muy principalmente, dependiendo de las tradiciones institucionales y culturales con que cuentan los países para impulsar sus respectivos procesos de desarrollo económico.
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En nudo gordiano de hoy a nivel mundial, en línea con nuestro discurso, es la inequidad en la distribución de los beneficios del crecimiento económico y la sostenibilidad para que esos beneficios crezcan sin efectos negativos colaterales relevantes en cuanto a la perdida de la eficiencia económica en la generación del producto social a distribuir y al incremento acelerado de los daños y costos ambientales causados por un crecimiento económico incontrolable.
Para enfrentar esos nuevos desafíos, vale decir, crecimiento económico sostenible con equidad distributiva, ha emergido con gran ímpetu un nuevo paradigma de desarrollo, fundamentado en la conocida teoría del desarrollo humano sostenible, que aborda un conjunto de retos económicos, sociales y ambientales multi-dimensionales que los viejos paradigmas, neoclásico y neoliberal, no han sido capaces de enfrentar pues, simplemente, no fueron construidos originalmente para hacerlo. El padre conceptual de la teoría del desarrollo humano sostenible es el brillante filósofo y economista indio, Amartya Sen, heredero de la Cátedra de Economía Política de Edgeworth y Hicks en el Oxford College de Inglaterra, quien fue distinguido en 1998 con el premio Nobel de Economía.
Uno de los grandes méritos de la teoría del desarrollo humano sostenible, al lado de su visión humanista y la construcción del Índice de Desarrollo Humano para la medición y valoración del bienestar de los países en remplazo del Producto Interno Bruto como la única medida de progreso económico, ha sido sin lugar a dudas el logro de una convergencia y pacto mundial en torno a un catálogo de adversidades humanas y ambientales que hay que abatir todos juntos, países ricos y pobres en periodos determinados de tiempo mediante una participación equilibrada y armoniosa entre los poderes del estado, las fuerzas del mercado y la sociedad civil plus otras poderosas fuerzas que con el tiempo han aparecido. Más adelante volveré a esta discusión.
Un primer pacto se realizó en el año 2000 mirando hacia el 2015 tras los llamados Objetivos de Desarrollo del Milenio. Un segundo pacto recién se suscribió en el año 2015 con una visión hacia el 2030 en torno a los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible que es una agenda que abarca los objetivos y metas no alcanzadas del primer pacto más otros adicionales, más comprensivos e interconectados que los primeros en sus aspectos conceptuales y de implementación.
Este ensayo ha planteado que por el momento no hay necesidad de buscar o inventarse nuevos paradigmas de desarrollo diferentes al paradigma naciente del desarrollo humano sostenible. Las razones se encuentran en el hecho de que el nuevo paradigma dispone ya de: (i) una magnifica visión multi-dimensional del desarrollo centrada en la persona humana; (ii) una teoría axiológica basada en la promoción de valores y derechos humanos fundamentales; (iii) una teoría económica de bienestar que comprende valoraciones éticas, opciones y preferencias públicas e individuales y sistemas de medición; y, fundamentalmente, (iv) un pacto político universal para eliminar o reducir al mínimo las adversidades y miserias que afectan el bienestar y desarrollo de una proporción enorme de la población humana. Todos estos son elementos o factores fundamentales para hablar del nacimiento de un nuevo paradigma de desarrollo que remplace al paradigma neoliberal dominante.
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Ciertamente, no son todos los elementos y aún hay que hacer muchos refinamientos teóricos, políticos, estratégicos y metodológicos para que la teoría del desarrollo humano sostenible funcione como ejemplo o paradigma de desarrollo. Para lograrlo, la teoría del desarrollo humano sostenible tiene que:
Primero, depurar mucho más su concepción axiológica mediante la diferenciación entre valores fundamentales y valores transversales y las relaciones sistémicas entre unos y otros;
Segundo, definir con mayor claridad cuáles son las opciones fundamentales de economía política que habría que considerar para mejorar la generación, uso, distribución y apropiación de los recursos de la sociedad;
Tercero, asociar de manera sistémica los objetivos de desarrollo sostenible con los objetivos de la política económica estándar no solo en cuanto a los objetivos de estabilidad macroeconómica, equilibrio del sector externo y crecimiento económico sino a aquellos relacionados con el pleno empleo, la distribución del ingreso (personal, funcional y regional) y la calidad de vida y sostenibilidad ambiental; y,
Cuarto, relacionar la propuesta del pacto 2015-2030 de hacer un programa mundial de desarrollo sostenible con el diseño y promoción de estrategias holísticas de desarrollo humano sostenible en los ámbitos nacional y local que abarquen todo el espectro de temas discutidos arriba mediante el uso de apropiados enfoques hermenéuticos o metodológicos que sean transformadores de la realidades sociales adversas y que reduzcan los tiempos y costos del desarrollo humano.
En resumen, pienso que el trasiego por esta secuencia conceptual es la mejor forma de equipar al nuevo paradigma con una causación epistemológica en tanto incorpora una teoría de los valores sociales compartidos, una teoría filosófica de economía política sobre la propiedad acceso, distribución y uso de los bienes de la sociedad, una nueva teoría de la política económica de bienestar que introduce objetivos de distribución del ingreso y sostenibilidad ambiental y una teoría de la hermenéutica o método de hacer las cosas para transformar la realidad en corto tiempo y costo reducido.
Aquí, entonces, el concepto de estrategia holística de desarrollo humano sostenible adquiere particular relevancia pues es la pieza maestra que permite dotar al nuevo paradigma de la viabilidad y vitalidad requerida para que se convierta en paradigma de desarrollo dominante. Para lograrlo, la estrategia tiene que cumplir con al menos dos condicionalidades que las quiero resaltar en esta conferencia. Primero, la estrategia tiene que identificar un problema central a atacar alrededor del cual se debe hacer confluir de manera sinérgica todas las fuerzas, objetivos y enfoques transformadores a su alcance. Segundo, la estrategia para ser socialmente exitosa debe evitar a toda costa sacrificar el abordaje de la especificidad de los problemas a cuenta de enfoques omnicomprensivos o totalizantes. Eso sería un gran error de juicio. Veamos con más detalle las características principales de estas dos condicionalidades.
La primera condicionalidad sobre la identificación de un problema central la explico de la siguiente manera. Si para el paradigma keynesiano, el problema del desempleo fue la fuerza motriz de su contribución a la teoría y práctica de la política económica, y si para el paradigma friedmaniano, el problema nuclear fue la inflación, por analogía, para el nuevo paradigma del desarrollo humano sostenible, el problema de la inequidad en la distribución de los beneficios del crecimiento económico y su sostenibilidad se presenta como el gran desafío a enfrentar en la sociedad de mercado de hoy. Eso nos dice la comunidad científica de filósofos y economistas de status mundial que está trabajando este tema desde el punto de vista ético-normativo, teórico y político-económico. Nuestra propuesta es entonces erigir la cuestión de la equidad distributiva como el fin teleológico único de la estrategia que se propone, lo que significa que los Objetivos de Desarrollo Sostenible se convierten por lógica normativa en medios instrumentales al servicio del objetivo teleológico único.
La segunda condicionalidad sobre la especificidad de la acción estratégica parte de la importancia de resaltar las dimensiones micro estructurales del desarrollo centradas en la personas de carne y hueso en el marco de sus realidades y necesidades existenciales, sociales, económicas y ambientales del aquí y el ahora y, no solo atender las realidades y necesidades macro estructurales de la sociedad como un todo como hasta ahora parece ser la tendencia dominante en la teoría y práctica de la política de desarrollo. Este planteamiento es plenamente coherente con la tesis central de la teoría del desarrollo humano sostenible que dice que ‘el centro de todo proceso de desarrollo es el ser humano’. Obviamente, los dos enfoques micro y macro son complementarios y no excluyentes y deben operar simultáneamente para alcanzar los objetivos de bienestar individual y general que se persiguen.
Con estas argumentaciones culmina esta sinopsis que, creo, abre un campo amplio de reflexión, análisis y debate para darle la bienvenida al nuevo paradigma de desarrollo naciente.
Postscript
En las discusiones iniciales que dieron origen a la agenda del Diálogo Latinoamericano en noviembre del 2016 formulé algunas sugerencias para perfeccionar el enfoque de este evento en su búsqueda de un nuevo paradigma de desarrollo. En esta sección final quisiera referirme a dos de ellas que considero son premisas fundacionales para el perfeccionamiento del paradigma del desarrollo humano sostenible en construcción. La primera premisa se remite a la necesidad de hacer una revalorización del concepto del bien común para erigirlo como objetivo teleológico o meta-político del desarrollo humano. La segunda premisa habla de la necesidad de una reinterpretación del enfoque clásico de las relaciones entre las categorías sociedad, estado y mercado en concordancia con las actuales tendencias de desarrollo de la sociedad del siglo XXI. Veamos a continuación los rasgos más resaltantes de estas dos premisas fundacionales del nuevo paradigma.
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Revalorización del concepto del bien común
Las constituciones políticas de las sociedades modernas desde siglos atrás hasta hoy proclaman el bien común como la esencia o razón de ser de su ordenamiento jurídico, político y económico y en consecuencia orientan la acción gubernamental y ciudadana hacia el logro de este fin fundacional clave para el mantenimiento de la paz, seguridad, convivencia y bienestar de la gentes como entidades individuales y colectivas.
El bien común es un fin ético supremo que exalta las virtudes del homo civicus sobre las del homo economicus, es decir, antepone la maximización del interés público frente a la maximización del interés privado. Hay que reconocer que el bien común es un ideal constitucional que se observa cada vez más lejano de alcanzar por la tendencia de las sociedades de mercado hacia el predominio casi absoluto del homo economicus sobre el homo civicus.
Esta diferenciación moderna entre lo economicus y lo civicus leída a la luz de la historia de la filosofía desentierra la maravillosa distinción que hacía Aristóteles (384-322 AC) en el Libro 1 de su Política entre los conceptos de crematística y oikonomía. Para Aristóteles, crematística se refiere al arte de hacer dinero por el dinero, esto es, acumular dinero para satisfacer fines egoístas o agiotistas en el corto plazo. Mientras que oikonomía, concierne al manejo de los recursos escasos para elevar el bienestar de los ciudadanos en el largo plazo. Para Aristóteles, la crematística es instrumental a la economía y no a la inversa.
Aquí, en el pensamiento filosófico aristotélico, ciertamente se encuentran excelentes bases éticas y morales para la re-edificación de la sociedad de mercado moderna que ha recaído en una profunda crisis fundacional (más allá de las crisis recurrentes que según Karl Marx son inherentes al funcionamiento del sistema capitalista) pues al final no se trata en sí mismo de meras fallas en los mecanismos del mercado y en las instituciones que los regulan y controlan, sino esencialmente en fallas éticas y morales de los líderes que tienen responsabilidades públicas y privadas en el manejo de una economía o negocio, independientemente de si operan en un sistema económico capitalista o comunista.
El paradigma naciente del desarrollo humano sostenible para instituirse como tal, debe entonces revalorizar el concepto del bien común, acaso buscando armonizar la acción del homo economicus y del homo civicus en el sentido de que ambos conceptos se entrelazan formando una unidad que se nutre tanto del interés individual como del interés público para maximizar el bienestar y felicidad de la sociedad como un todo.
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Reinterpretación del enfoque clásico de las relaciones entre las categorías sociedad-estado y mercado
Hoy es común hablar de sociedad, estado y mercado (S-E-M) como las tres categorías históricas más relevantes para caracterizar el desarrollo de la sociedad democrática moderna. Mi punto de vista es que ese enfoque tripartito fue prevalente y relevante para caracterizar y analizar la sociedad del siglo XX en su devenir de conflicto y negociación. Pero, ya no lo es para el nuevo milenio. En los comienzos del siglo XXI se hace evidente la emersión de dos nuevas fuerzas o categorías que entran en el juego de la dialéctica del desarrollo con bastante autonomía intrínseca y extrínseca dentro de la relación S-E-M.
Me refiero a las nuevas fuerzas de lo que denomino, por un lado, la fuerza de la naturaleza y, por otro, la fuerza de la cibernética. Son fuerzas que ya tienen personalidad histórica propia e independencia de las otras tres fuerzas convencionales que caracterizaron la dialéctica de la historia del siglo pasado.
La fuerza de la naturaleza (o, los recursos naturales del planeta, de ‘nuestra casa’ en el discurso del Papa Francisco) tiene su mejor caracterización en el cambio climático y los movimientos científicos, políticos, económicos y sociales que se han venido formando a su alrededor y también en la acelerada innovación tecnológica energético-ambiental que ya en sí misma conforma un nuevo sector de la economía.
La fuerza de la cibernética (información y tecnología) no necesita mucha presentación pues hoy todos la tenemos en nuestros bolsillos en forma de celulares, smartphones y tabletas que nos conectan con el mundo directamente y/o a través de redes sociales que están definiendo los rumbos de la sociedad post-moderna. La revolución cibernética ha configurado la economía del conocimiento o economía digital que como lo discutimos en este ensayo es un nuevo factor de producción que determina el poderío y potencial de la sociedad de mercado del presente y del futuro.
Así, entonces, de la relación triangular clásica de S-E-M hemos pasado ya a una relación poligonal con cinco ángulos, que a mi juicio son los que deben llevar a un análisis más profundo y complejo del funcionamiento del mundo en el Siglo XXI y sus interrelaciones de conflicto y equilibrio.
Ningún paradigma o modelo económico moderno tiene mucha validez y profundidad si no incorpora esas dos nuevas fuerzas históricas o dimensiones de análisis en su respectivo marco teórico y político, tenidas no como apéndices o consecuencias de la relación S-E-M sino como categorías independientes en el mundo de la interdependencia, que bien pueden definir la orientación del crecimiento económico, la calidad de la vida humana y el futuro del planeta como ya está ocurriendo.
* Doctor en Economía. Académico del Africa Growth Institute. Ciudad del Cabo, Sudáfrica. © Todos los derechos reservados.